lunes, 1 de septiembre de 2025

COMIENZO DEL CURSO 2025-2026 (COLEGIO SAN BUENAVENTURA)

Oración ante las bienaventuranzas
en el comienzo de Curso
1. Jesús, haz que me parezca a ti, enséñame a confiar plenamente en el Padre. Dame un corazón pobre, humilde, que sepa abandonarme en ti, como María. Ella es maestra en sencillez y en confianza.
2. Jesús de Nazaret, eres manso y humilde de corazón, no utilizas nunca la violencia; no buscas salvar tu vida, la entregas. Jesús danos un corazón manso, haznos humildes.
3. Jesús, Tú nos lo dijiste "Vuestra tristeza se cambiará en alegría". Danos paciencia en la prueba y en el dolor, haznos generosos y compasivos para acompañar a los que sufren.
4. Jesús, Amigo de los pobres y los pequeños, infunde en nuestros corazones deseos de justicia, danos fortaleza para practicarla, para que crezca tu Reino y podamos encontrarnos contigo.
5. Enséñanos Señor a perdonar como Tú perdonas, danos un corazón lleno de ternura y misericordia.
6. Jesús nos dijiste: "Os daré un corazón nuevo". Te pedimos, Jesús por nuestro mundo, nuestras familias, nuestros amigos, danos a todos un corazón nuevo, una mirada limpia, luminosa, la que brota de las entrañas de Dios y lo renueva todo.
7. Vivimos en un mundo de violencia y de guerra, Tú, Jesús eres la Paz, imprime en los hombres deseos de Paz Petición: Haznos instrumentos de tu paz en la vida de cada día. Enséñanos a amar a todos, también a nuestros enemigos.
LEMA COLEGIOS CAPUCHINOS DE ESPAÑA
 2025-2026

AL FINAL, HERMANO
Última carta de Francisco de Asís a sus hermanos
(TEXTO BASE ESCRITO POR FIDEL AIZPURÚA, CAPUCHINO)

A mis hermanos en el Señor Jesucristo: esta es la última carta que os mando, yo que os he enviadoado tantas cuantas he podido. Esta carta es mi Testamento, aunque tengo propósito de escribir uno para vosotros. Cuando, más allá de todo sufrimiento, me dirijo a las fraternidades, mi mensaje es sencillo y claro: SED HERMANOS.

Todos sabéis, no es un secreto que, en los últimos tiempos, ser hermano ha sido difícil, para mí y para vosotros. Nunca se nos dijo que la fraternidad fuera fácil. Se nos dijo que era hermosa. Pero luego hemos visto que a su hermosura se unía, muchas veces, la dificultad. Que el amor que nos hemos tenido cubra los desamores en que, con alguna frecuencia, nos hemos visto envueltos.

Yo me he contentado con ser hermano. Ese ha sido mi gozo. Algunos me han visto como fundador. Pero lo mío no era fundar, sino vivir sencillamente el evangelio. Y para eso es imprescindible ser hermano. Otros me han descrito como hombre orante y penitente. Y algo lo fui. Pero mi título más codiciado fue poder ser hermano. No he sido muy culto, pero tampoco eso me ha pesado en exceso. Me contentaba con la enorme sabiduría de poder entrelazar mi corazón con el vuestro. Sé que no he tenido dotes de mando. Pero es que el amor no manda, sirve.

Uno de los recuerdos más gratos de mi vida es el que tuve con aquel emir musulmán llamado Melek-al-Khamil. Cuando abandoné su campamento me dijo: “Adiós, hermano”. Me supo a gloria. Porque eso es lo que yo le quería decir: que teníamos un Padre común y que, por solamente por eso, éramos hermanos,

Voy a haceros una confidencia: como mi vida llega a su meta quiero hacer con vosotros una eucaristía de fraternidad. Entendedme bien: yo venero a los sacerdotes y no osaría remedar sus misas. Quiero que sea una eucaristía donde el pan que se reparta sea la fraternidad y el vino que se beba sea la de la hermosa tarea de lavarse los pies unos a otros. Sin el pan de la fraternidad y el vino del servicio nuestra vida perderá sentido y las tinieblas se harán nuestras compañeras. Algo me dice que esa es la verdadera cena sin la cual el rito eucarístico corre el riesgo de estar vacío.

No me cansaré de decirlo hasta el final: mi sueño es que seáis hermanos. Mientras haya fraternidad habrá amparo. Si hay fraternidad la alegría no se alejará del corazón franciscano. Construid con los ladrillos de cada “yo” la casa del “nosotros” porque esa casa es la que nos puede albergar a todos. Que en ella tengan cabida los más frágiles. Casas de amparo y de ánimo, ojalá fueran así las nuestras.

En este ocaso de mi vida lo que impide que mi corazón se enfríe es la certeza de saberme hermano vuestro y la seguridad de que vosotros también lo sois para mí. Al final, hermanos.
Francisco de Asís