La vid es una imagen que nos remite al vino, la alegría, la creatividad, el éxtasis, la inspiración. Para estar inspirados hemos de estar unidos a Jesús. Él nos concederá frutos abundantes para su Iglesia desde esta unión en la alegría. Los jóvenes y los niños -también los adultos- necesitan una Iglesia alegre y comprometida, hogar y taller de experiencias que desemboquen en el encuentro con el que es la verdadera vid. Nuevos lenguajes, nuevas plataformas y, sobre todo, compartir el tiempo con los jóvenes es una buena tarea que podemos extraer del vino nuevo del Evangelio, que termina por transformar nuestra caducidad y desgana. Estar unidos a la vid es garantía de una vida con sentido, una vida fructífera, una vida para derrochar el vino del amor. Él nos dice:
“Yo soy tu fuente de alimentación, si te unes a mí, cargaré tus baterías, tendrás luz y energía, te llenaré… Si no te unes a mí vivirás apagado o fuera de cobertura. Únete a mí, que soy la vid verdadera”.
Con tantos niños y niñas que en estos días hacen su primera comunión, transmitamos la alegría de creer, de que Jesús se nos cuele en el corazón, hecho pan, hecho vino, hecho alegría y amor.
Transmitamos a todos la alegría de estar unidos a la Vid: la alegría de Caná, la alegría de María, la alegría de la Iglesia que es Comunidad del Resucitado.
Texto: Fernando Cordero ss.cc.