Así ocurre con las buenas noticias, con las cosas bonitas de la vida. Nos cambian la mirada porque sí. Sin razones.
Así es la esperanza. Y eso es lo que hace realidad un todos-juntos. Ojalá se nos llene la cara de sonrisas cuando pensemos en un mundo de todos y para todos.
Dios viene al mundo a decirnos que todo es de todos, que no hay rivales, sino hermanos. Que no hay límites más allá del amor. Que disfrutar de la vida es un derecho de todos. Y así forja la Iglesia, con la esperanza de que sea casa de todos y para todos, el lugar donde celebrar, donde acoger y donde encontrar una mano amiga.
Jesús nace para decirnos lo importante que es sentirnos hermanos. Viene como un niño, quiere a los niños, su inocencia y su fe. Y viene a decirnos que esta casa que tenemos, este mundo, es de todos y para todos, y que debemos cuidarlo.
DIOS YA ESTÁ EN CASA. ¡FELIZ NAVIDAD!