sábado, 7 de septiembre de 2024

TIEMPO DE LA CREACIÓN 2024 "ESPERA Y ACTÚA CON LA CREACIÓN"

 

El Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación 2024, con el tema “Espera y actúa con la creación”.
El tema se inspira en la Carta de San Pablo a los Romanos (Rm 8, 19-25). En su mensaje, el Papa Francisco anima a “vivir una fe encarnada, que sabe entrar en la carne sufriente y esperanzada de la gente; unir fuerzas para contribuir a repensar entre todos la cuestión del poder humano; extender la armonía entre la humanidad también a la creación en la responsabilidad por una ecología humana e integral, camino de salvación de nuestra casa común”. Con la asistencia del Espíritu Santo buscar vivir “una vida que se convierte en un canto de amor a Dios, a la humanidad, con y por la creación, y que encuentra su plenitud en la santidad”.


El Tiempo de la Creación es la celebración cristiana anual que nos convoca cada año para orar y responder juntos al clamor de la Creación: la familia ecuménica de todo el mundo se une para escuchar y cuidar nuestra casa común. La "Celebración" comienza el 1 de septiembre, Fiesta de la Creación, y concluye el 4 de octubre, Fiesta de San Francisco de Asís, el santo patrón de la ecología amado por muchas confesiones cristianas.


https://www.humandevelopment.va/es/news/2024/messaggio-papa-francesco-giornata-mondiale-di-preghiera-per-creato.html


martes, 3 de septiembre de 2024

UN NUEVO COMIENZO "CANTANDO LA VIDA" CURSO 2024-2025



En 2025 celebraremos el VIII Centenario de la composición del Cántico de las criaturas, un texto que no surge en una mañana de primavera del corazón de un joven hombre a quien sonreía la vida, sino cuando Francisco yacía enfermo en San Damián tras haber recibido en su frágil cuerpo las marcas de Jesús. La alabanza de Francisco se dirige a Dios, no a las criaturas, por eso lo que celebramos no es un canto ecológico, sino creyente. 
Las diversas alabanzas del Cántico hablan bien de Dios, lo bendicen y proclaman su gloria por medio de todas las criaturas que ofrecen muchos motivos de agradecimiento, por su belleza, utilidad y su significado. En el pensamiento de Francisco, ser hermano y hermana implica un único origen que es justamente Dios Padre, el «Altísimo, omnipotente, buen Señor», del cual todas las criaturas proceden y al cual vuelven. 
En el cartel de este año aparece san Francisco en actitud de alabanza, envuelto por una melodía formada por notas musicales que nos recuerdan el origen musical del texto
Se cree que en su origen el Cántico estaba provisto de acompañamiento musical, compuesto por el propio Francisco, pero hoy perdido. No tenemos esa música original, la que habría utilizado Francisco, y según la tradición, los hermanos León y Ángel, para entonarlo por primera vez. De fondo aparecen algunos símbolos que nos remiten a los distintos elementos que aparecen en el Cántico: sol, luna, estrellas, agua, fuego, hojas, viento, tierra… La onda musical que rodea a Francisco bien podría ser el amor de Dios que envolvió toda su vida y que dio origen a su universal canto de alabanza.

Francisco de Asís está ya casi completamente ciego cuando compuso hace 800 años el Cántico de las Criaturas. Sin embargo, con una mirada de fe y rebosante de gratitud, contempla las maravillas de la creación y logra percibir la presencia del Creador que les da sentido. Todas las criaturas son hermanos y hermanas porque son obra y regalo del mismo Autor. Todas juntas constituyen el coro de la creación, que contempla, alaba y agradece a Dios creador. 
El Cántico es la expresión y el resumen de la vida del Poverello que quiso parecerse en todo a Cristo. Su fe en Dios Padre se convierte en un canto de alabanza que proclama la fraternidad de todas las criaturas y su belleza. Celebrar el centenario del Cántico de las criaturas nos lleva a un cambio radical en nuestra relación con la creación, que consiste en sustituir la posesión por el cuidado de nuestra casa común, viviendo cada uno su relación con las demás criaturas como un hermano, que se detiene ante la creación, admira su belleza y cuida la vida. La crisis ecológica actual nos revela que el entorno humano y el natural se conservan y embellecen juntos, de la misma manera. Cuidar la casa común y descuidar la casa interior, nuestro corazón, no es el camino correcto: necesitamos una conversión ecológica e integral al mismo tiempo. En este octavo centenario se nos invita a todos a proponer nuevamente a la sociedad contemporánea «el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo» (Laudato si’ 11). Que vivamos “Cantando la Vida”

TEXTO BASE:
Nosotros que vivimos con el hermano Francisco… nosotros: León, Rufino, Silvestre, Clara… le escuchamos cantar muchas veces. No tenía una gran voz, pero cuando cantaba se asomaba el alma a su garganta. Cantaba con pasión. Así lo veíamos. No os diremos nada de las canciones de nuestra juventud, en aquellas juergas que montábamos por las calles de Asís. Los vecinos estaban aborrecidos porque rompíamos sin miramientos el silencio de la noche. Eran canciones fruto del vino y del jolgorio. Su padre Pietro, que hacía negocios de telas con la Provenza, le enseñó algunas cancioncillas en francés. Las cantaba cuando estaba particularmente contento. Al volver de estar con el papa de Roma cuando nos dio su bendición, iba Francisco por el valle de Rieti cantando en francés. Nosotros escuchábamos aquella melodía medieval que dice: “Douce dame Jolie…” (Dulce y bella dama). La habíamos cantado muchas veces; pero entonces era como si se la cantara a otra dama. Había momentos en que no se podía contener. Es cierto eso que dicen sus biógrafos de que, lleno de una alegría imparable, cogía dos palos del camino y los frotaba como si fuera un violín acompañando su canto. Su rostro era otro; su mirada tenía el brillo de los ojos de los niños. Pero su mejor canto fue, sin duda, el que vosotros llamáis el “Cántico de las criaturas”. Él lo llamaba el canto a “Messor Sole” (Señor Sol). Es cierto que lo fue componiendo, poco a poco, a lo largo de su vida. Pero fue al final, cuando más enfermo estaba, cuando le dio el toque definitivo. Es un canto que se abre paso a través de las lágrimas, que brota de las horas de más densa penumbra, que se yergue sobre el dolor y la pena. Cuando peor se encontraba, se sentó y cantó. Cantó al Dios que se hace humano, que se sitúa en lo más bajo de la creación para reconocer su dignidad. Cantó al coro de lo creado, la hermosura que reside en la conjunción y belleza de ese coro al que Dios mismo ofrece su amor y se anonada en él. Vio que la contemplación de la creación no puede hacerse sin espíritu de familia y ello mismo le llevó a ver que no es lícita ninguna violencia contra familiares, por lo que es preciso tratar a la creación con el cuidado esencial del amor. Para Francisco, cantar a las creaturas no puede hacerse sin anhelar esa conciencia cósmica de fraternidad. La creación y el canto fueron el consuelo que, a veces, le negamos los mismos hermanos. Cuentan que Francisco, cuando estaba para morirse, pidió a un hermano músico que aliviara su dolor tocando para él, pero el superior se lo prohibió porque los vecinos iban a pensar que los frailes estaban de fiesta. Pero también cuentan que por la noche, un ángel del cielo tocó para él la más dulce de las melodías. Lo que sí sabemos cierto es que recibió a la muerte cantando. ¡Manera única de recibir a quien tanto se teme! Es que él ya había entendido aquello del evangelio sobre la alegría que nadie os podrá arrebatar. El canto de Francisco sobrenadaba las dificultades de la vida y conectaba con el amor a Jesús y a sus hermanos, amor limpio y fresco como las aguas más escondidas de la montaña. Cantó porque amó