miércoles, 10 de junio de 2020

REFLEXIONAMOS: DAR FRUTO

Por vuestros frutos os conocerán. (Mt 7, 20)

Un árbol es bueno cuando da frutos buenos. Y para que llegue a darlos, el árbol requiere muchos cuidados. Lo primero que hay que hacer es preparar la tierra para plantarlo, ha de estar la tierra bien removida, sin malas hierbas, ni piedras que impidan a sus raíces extenderse y agarrar profundamente la tierra.

Después, es necesario tener paciencia para permitirle crecer a su ritmo. También es necesario regarlo con abundante agua, brindarle los abonos y cuidados correspondientes. Hay que podar y quitar las ramas secas para que la savia pueda llegar sin dificultad hasta las ramas más pequeñas y más alejadas del tronco.

Si es necesario, se le puede ayudar con algún puntal para sostener aquellas ramas más pesadas y largas. Así mismo, hay que preservarlo de los bichos que se cobijan en él y le destruyen quitándole las fuerzas. Solo así, será capaz de dar los frutos esperados, sabrosos y nutritivos.

Nosotros somos parecidos a los árboles. Nuestros frutos son nuestras obras y nuestras palabras. Si permanecemos plantados en la Palabra de Jesús, en su Evangelio, entonces daremos frutos -nuestras obras y palabras- en las cuales se podrá saborear la Palabra de Jesús. Si nos preocupamos de que nuestras raíces estén asentadas en Jesús; entonces nuestros frutos serán frutos buenos, frutos de amor.

Cada uno de nosotros somos esas ramas que unidas al tronco que es Jesús y alimentados de la sabia que son los sacramentos, se darán frutos buenos que perdurarán hasta la vida eterna.

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