sábado, 2 de agosto de 2025

2 DE AGOSTO, DIA DE LA INDULGENCIA PLENARIA DE LA PORCIÚNCULA

Fue una noche del año 1216, y el Salvador y su Santísima Madre refulgieron en la luz que ilumina de repente el altar, rodeados por un coro de ángeles

El pobrecillo de Asís, que se despoja de todo y se humilla en todo, no tiene dudas ante el papa Honorio III: Jesús mismo le pidió que se dirigiera a su vicario en la tierra, que en aquel momento se encontraba en Perugia.

“Lo que pides, oh fray Francisco, es grande – le había dicho el Señor en la visión de la Porciúncula – pero aún eres digno de cosas mayores y las tendrás. Acojo por tanto tu oración, con la condición de que tú pidas a mi vicario en la tierra, de mi parte, esta indulgencia”.

A la pregunta del pontífice: “Francisco, ¿durante cuántos años quieres esta indulgencia?”, el santo respondió: “Padre Santo, no pido años, sino almas”.

Y feliz, el 2 agosto de 1216, junto a los obispos de Umbría, anuncia al pueblo reunido en la Porciúncula: “¡Hermanos, quiero enviaros a todos al Paraíso!”…
El relato de las fuentes franciscanas ilustra, con una viveza que los siglos no han oscurecido, el origen del “Perdón de Asís”, una indulgencia plenaria que puede ser obtenida para uno mismo y para los difuntos, desde el mediodía del 1 de agosto hasta la medianoche del 2 de agosto por los fieles que observen algunas condiciones visitando una iglesia: confesarse, comulgar, rezar por las intenciones del papa, recitar el Credo y el Padrenuestro.
Según las fuentes, Francisco, tras obtener la aprobación del pontífice –aunque sólo para un día al año– no perdió el tiempo en aplicarla. El propio Papa, viéndolo irse sin dudar, le llamó de nuevo: «Oh simplón, ¿cómo te vas? ¿Qué te llevas contigo de esta indulgencia?».
Y Francisco le respondió sin más: «Me es suficiente con vuestra palabra. Si es obra de Dios, Él debe manifestar su obra. De esto yo no quiero documento alguno; sino que la carta sean la bendita Virgen María, Cristo sea el notario, y los testigos, los ángeles”.

Durante muchos años, esta indulgencia particular podía lograrse sólo en la Porciúncula, pero con el paso del tiempo, la posibilidad se extendió a todas las iglesias franciscanas.


¿Qué hacer para obtener la gracia de este día? 

  • Recibir el sacramento del perdón
  • Celebrar la Eucaristía en un templo franciscano
  • Orar por las intenciones del Papa
El Perdón de Asís representa un don espiritual muy precioso, símbolo de la misericordia y del deseo de salvación universal querido por San Francisco para todos los fieles. Esta indulgencia continúa siendo un signo actual de esperanza, misericordia y reconciliación, recordando que nadie está excluido de la posibilidad de ser perdonado y que la misericordia de Dios supera todo límite humano. Este gesto invita a cada persona a experimentar y a donar el perdón en su propia vida cotidiana.


La esperanza no defrauda
"En este Año Jubilar, el perdón se convierte en camino de esperanza… y el Perdón de Asís nos recuerda que todos estamos llamados a vivirlo"

Un año Jubilar o Año Santo es siempre un acontecimiento religioso importante. Es un año de perdón, reconciliación y conversión. A lo largo de la historia se ha ido cambiando la frecuencia con la que se celebran estos años. Al principio, los “jubileos ordinarios” se celebraban cada 100 años. Más tarde, en 1343, comenzaron a celebrarse cada 50 años, y en 1470 el papa Pablo II lo hizo cada 25 años. Hay también “Jubileos Extraordinarios", como el que celebramos en 2015, en el Año de la Misericordia.

En mayo del año pasado el papa Francisco anunció el Año Jubilar 2025 con la Bula Papal Spes Non Confundit (La Esperanza no defrauda), inspirada en la cita bíblica de la Carta a los Romanos, 5,5. En el libro escrito con el mismo título y que el papa nos ofreció para vivir este jubileo, define la esperanza como la certeza de que saldremos adelante. Es esperar algo que ya es dado, no que queremos que se dé. La esperanza no nos defrauda y nos pide muy poco a cambio. Nos pide que estemos abiertos hacia el camino que con ella transitamos. Nos dice también que hay dos palabras ligadas a la esperanza: la felicidad y el perdón. La felicidad está unida a la coherencia en la vida. Las incoherencias, las trampas a la vida, el querer acelerar los tiempos, no llevan a la felicidad. Esta no se posee, sino que se vive. El perdón es un desafío diario que todos tenemos. Todos tenemos nuestra experiencia. Todos sabemos qué cosas de nuestras vidas tienen que ser perdonadas. Todos sabemos que, si uno no se siente perdonado, es difícil perdonar. Por eso la experiencia de ser perdonado ayuda a perdonar. Y en este sentido, no hay derecho a no perdonar.

Si me detengo en este tema del perdón es porque el papa Francisco nos decía a los Capuchinos que tenemos que seguir siendo hombres de perdón, no sólo en el confesonario a través del sacramento de la reconciliación, sino en distintos ámbitos de la vida. Si recuerdo esto en este número de la revista en tiempo de verano, es porque un año más, la familia franciscana, el día dos de agosto, día de Santa María de los Ángeles, celebraremos el llamado Perdón de Asís o la Indulgencia de la Porciúncula.

Dicen las fuentes franciscanas que estando Francisco rezando una noche en la pequeña iglesia de la Porciúncula, una luz brillante inundó el lugar y vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a su derecha a su Madre rodeada de Ángeles. Le preguntaron qué quería para la salvación de las almas y él respondió: "Ruego que todos aquellos que, arrepentidos y confesados, vengan a visitar esta iglesia, obtengan un amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todos los pecados". El Señor se lo concedió y Francisco acudió al Papa Honorio III para obtener la indulgencia y el 2 de agosto de 1216, promulgó el Gran Perdón.

Al celebrar en este Año Jubilar el Perdón de Asís, nos recordamos que a todos nos toca vivir y traducir la esperanza en la vida concreta de cada día, en las relaciones humanas, en el vínculo con nuestro mundo y en el compromiso social y político.

Hno. Benjamín Echeverría, OFMCap

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