viernes, 15 de enero de 2021

EVANGELIO DEL DOMINGO: VEN Y LO VERAS

Al día siguiente, Juan estaba todavía allí con dos de sus discípulos; vio a Jesús, que pasaba, y dijo: «Éste es el cordero de Dios». Los dos discípulos lo oyeron y se fueron con Jesús. Jesús se volvió y, al verlos, les dijo: «¿Qué buscáis?». Ellos le dijeron: «Maestro, ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y lo veréis». Fueron, vieron dónde vivía y permanecieron con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde.

Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que había oído a Juan, y se había ido con Jesús. Andrés encontró a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al mesías». Y se lo presentó a Jesús. Jesús le miró y dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Pedro» (Juan 1, 35-42)


Quien se encuentra con Jesús halla “el VERDADERO CAMINO hacia la VIDA”.

Los que están en camino de búsqueda son capaces de reconocer a Aquel que da sentido a su caminar, que transforma incluso sus miradas. En Jesús se transparentan los mejores deseos del hombre. Su senda es familiar, porque estamos llamados al Amor y a vivir desde el Amor. Seguir a Jesús es contemplar el amor (LOVE).

El camino de Jesús, en un mundo oscuro y gris, es un cuadro cargado de vida y de color. El color verdadero de la existencia está en Jesús. Él nos conoce y conoce cuál es nuestro fin, la invitación que nos hace el Padre.

Lo que a Jesús le hace más feliz es que sus seguidores le reconozcan como quien es. Solo los corazones desprendidos y libres pueden acercarse al Corazón del Maestro. ¡Qué valentía la de aquellos discípulos!

Eran las cuatro de la tarde… y se quedaron con Él. ¿Haríamos nosotros lo mismo?

REZAMOS
Cuando Tú me miras, Señor, me siento invitado a ser mejor,
cuando Tú me miras, mi corazón se vuelve perdonador,
mi memoria olvida los rencores y malos entendidos,
mi pereza se cambia por acción e ilusión.
Cuando Tú me miras, Señor, yo me desencorvo,
parece que crecen alas a mis sueños,
siento que liberas todas mis ataduras y necesito menos para vivir mejor.
Cuando Tú me miras, Señor, mi vida se vuelve una fiesta,
porque me haces superar todas las carencias:
soledad, enfermedad, desamor, estrés o inseguridad,
porque, sacas siempre lo mejor de mi persona,
para ser un regalo, junto a Ti, para los demás.

 

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