“Tú eres el bien, el todo bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero”
Qué bien te cantaba san Francisco. Qué amor tan grande te tenía. Y es que Tú eres lo mejor que nos ha pasado, Señor. Y nosotros qué trastos somos: Tú nos regalas la creación y nosotros la maltratamos. Tú nos regalas los ríos y los lagos y nosotros los contaminamos. Tú nos pones cada día un cielo claro y luminoso y una noche serena y nosotros teñimos el cielo de humos y negruras…
Oh Señor, que nuestro corazón se agrande al contemplar las obras de tus manos. Que sintamos el corazón enamorado y el alma cautiva de tu presencia y de tu huella en el creado.
¡Gracias, Señor, porque sin merecerlo tú nos amas como somos y quieres que nosotros amemos a los demás como tú nos amas!
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