Fray Leopoldo de Alpandeire, hermano capuchino, es un ejemplo de servicio, obediencia y amor a Dios. De procedencia humilde, nació en 1864 en un pequeño pueblo de la serrania de Ronda. Se hizo fraile a los treinta y cinco años y en 1914 su vida quedó ligada al convento de los capuchinos de Granada, donde ejerció durante años la labor de limosnero.
Recorría las calles de la ciudad de la Alhambra caminando por todas partes, entre el ruido de sus calles, gentes y transportes, al estilo de san Francisco. Llegó a ser muy popular, ya que se acercaba a niños para explicarles el catecismo y a los mayores para hablar de los problemas y dramas diarios.
Como rasgos de su personalidad, podemos decir que sus contemporáneos hablaban de él como una persona encantadora, natural, discreto, humilde, sincero, reservado y modesto.
Siempre fue muy amigo de los niños, incluso le pedían suerte para los
exámenes, y los profesores decían que a los niños se les notaba cuando
habían rezado el Padre Nuestro con Fray Leopoldo.
A la edad de 89 años sufrió una caída y ya no pudo salir más al exterior, dedicando sus últimos años a Dios y a la oración. Murió tres años después, en 1956, a la edad de 92 años. Su muerte causó gran conmoción y los granadinos asistieron en masa a un multitudinario funeral.
Su santidad creció tras su fallecimiento, así como los milagros y favores que ocurrian por su intercesión. En 2010, fue beatificado en Granada por decreto del Papa Benedicto XVI.
Cada día 9 de cada mes, una gran cantidad de gente visita su sepulcro y reza a Fray Leopoldo para que Dios les ayude en la enfermedad o las dificultades de la vida.
haz, con tu intercesión,
que nuestros corazones sean sencillos y entregados
sin esperar nada a cambio.
Que nuestros deseos sean
ser mejores amigos de Jesús
y amigos entre nosotros.
Te lo pedimos acordándonos de la Virgen María
a quien tú querías tanto.
Amén.
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