La festividad como Invención de la Santa Cruz, procede del verbo latino "invenio", que significa “hallar” o “encontrar”
HISTORIA DE SANTA ELENA
Cuenta el historiador Eusebio de Cesárea que el general Constantino, hijo de santa Elena, era pagano pero respetaba a los cristianos. Y que teniendo que presentar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio, jefe de Roma, el año 311, la noche anterior a la batalla tuvo un sueño en el cual vio una cruz luminosa en los aires y oyó una voz que le decía: "In hoc signo vinces" (con este signo vencerás), y que al empezar la batalla mandó colocar la cruz en varias banderas de los batallones y que exclamó: "Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena". Y la victoria fue total, y Constantino llegó a ser Emperador y decretó la libertad para los cristianos (Edicto de Milán), que por tres siglos venían siendo muy perseguidos por los gobernantes paganos.
Escritores sumamente antiguos como Rufino, Zozemeno, San Cristótomo y san Ambrosio, cuentan que Elena, la madre del emperador, pidió permiso a su hijo para ir a buscar en Jerusalén la cruz en la cual murió Nuestro Señor. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a los más sabios sacerdotes y con torturas consiguió la confesión del lugar donde se encontraba la Cruz a Judas (luego san Judas, obispo de Jerusalén).
Y como no sabían cómo distinguir la cruz de Jesús de las otras dos, llevaron una mujer agonizante. Al tocarla con la primera cruz, la enferma se agravó, al tocarla con la segunda, quedó igual de enferma de lo que estaba antes. Pero al tocarla con la tercera cruz, la enferma recuperó instantáneamente la salud.
Y entonces santa Elena, y el obispo de Jerusalén, san Macario, y miles de devotos llevaron la cruz en piadosa procesión por las calles de Jerusalén. Y que por el camino se encontraron con una mujer viuda que llevaba a su hijo muerto a enterrar y que acercaron la Santa Cruz al muerto y éste resucitó.
Sobre dicho lugar se levantó la Basílica del Santo Sepulcro.
Al volver a Roma, trajo consigo diversas reliquias que se conservan hoy día en la Iglesia de la Santa Cruz: unos clavos, un trozo grande de la cruz y el “titulus” donde Pilatos había hecho escribir “Este es el rey de los judíos”.
Dicho hallazgo lo realizó santa Elena el 3 de mayo de 326.
Toda esta historia tiene, sin duda, mucho de leyenda, pues el emperador Constantino fue considerado en el medievo occidental como prototipo del príncipe cristiano y se le rodeó de multitud de relatos fabulosos.
Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de mayo.
El hecho de conocer la festividad como Invención de la Santa Cruz, procede del verbo latino "invenio", que significa “hallar” o “encontrar”.
La devoción a la Santa Cruz es una de las más antiguas de la Iglesia. La verdadera fiesta en un principio se celebraba el 14 de Septiembre, aniversario de la dedicación de la Basílica levantada por Constantino en el Calvario. En el siglo VIII se trasladó, en occidente, al 3 de Mayo, reservando el 14 de Septiembre para conmemorar, con el título de Exaltación. Las lecturas del Breviario y de la Misa cantan el poder de la Cruz, prenda de nuestra salvación, y son un eco de la ceremonia del Viernes Santo
El fin de haber señalado el día tercero de Mayo para celebrar esta fiesta, fue por acercarla todo lo posible á la memoria de la Pasión del Salvador, y á la Adoración de la Cruz, que se hace en el Viernes Santo. Por eso se señaló el primer día libre después de la solemnidad de la Pascua, que nunca puede pasar del segundo día de Mayo.
Desde la primera mitad del siglo VII se tiene conocimiento de la existencia en España de reliquias de la Cruz, concretamente en sendas iglesias de Mérida y Guadix. Finalmente, hay que añadir que el culto a la Cruz en general es aún más antiguo, pues sabemos que en el año 599 se celebró en la Catedral de la Santa Cruz el II Concilio de Barcelona, lo que implica a su vez una advocación anterior.
Consérvense, y se adoran en muchas iglesias, partes muy considerables de la Verdadera Cruz.
San Gregorio envió una parte de la verdadera cruz á Recaredo, rey de los godos en España, como un riquísimo presente.
San Luis consiguió de los venecianos la porción de cruz que había quedado en Constantinopla, y la hizo trasladar á Francia el año de 1241, colocándola en la santa capilla que edificó el de 1242, juntamente con la corona de espinas, que dos años antes le habían regalado los mismos venecianos.
Cuando Santa Elena encontró la Vera Cruz en el siglo IV entregó un trozo al patriarca de Jerusalén. En el siglo XIII el emperador Federico II Hohenstaufen (Varias veces excomulgado por los papas, glorificado por sus seguidores, ningún soberano del siglo XIII causó más sensación que el emperador al que un cronista calificó como el "estupor del mundo".) fue a proclamarse rey de Jerusalén, para lo cual puso la reliquia en su pecho. Sin embargo, debido a su escasa piedad, aparecieron dos ángeles y se la llevaron, apareciendo en Caravaca posteriormente
Otra historia, más prosaica, dice que cuando Caravaca fue conquistada por Jaime I el Conquistador y entregada a Fernando III el Santo el año 1244, por el Tratado de Almizra, éste entregó la ciudad a los templarios, los cuales trajeron la Vera Cruz, según la norma de la Orden de tenerla en todas las encomiendas. Habría sido situada en un relicario con forma de cruz patriarcal por ser una cruz simbólica templaria.
La Cruz sirvió de bandera y talismán contra ulteriores ataques andalusíes, en especial los llevados a cabo por Muhammad ibn Nasr, emir de Arjona y Granada. Con ello, Caravaca se consolidaría como bastión de la frontera hispano-islámica.
La leyenda dice que, en el siglo XIII, los templarios estaban sitiados en el castillo por los musulmanes y el agua de los aljibes de la fortaleza se pudrió. Un grupo de templarios logró salir y fue a buscar agua a los manantiales, pero estos habían sido envenenados por los sitiadores. Solo encontraron vino, por lo que cargaron con él varios odres que llevaron en los caballos. Al volver a la fortaleza, tras atravesar de nuevo con éxito las líneas enemigas, bendijeron el vino con la Vera Cruz y se lo dieron a los enfermos, que sanaron, y esparcieron parte del vino por los aljibes, que quedaron purificados. De esta forma pudieron resistir en el sitio, retirándose finalmente las huestes musulmanas. Esta tradición, conocida como los Caballos del Vino, se rememora cada 2 de mayo, cuando las peñas caballistas caravaqueñas engalanan un caballo y eligen a cuatro representantes para correr una carrera en la cuesta de acceso al Santuario de la Vera Cruz.
Fue Santo Toribio de Astorga, custodio de las reliquias de Jesucristo en Jerusalén, quien contando con el permiso del Papa de su época, trasladó un trozo de la Cruz hasta Astorga, ciudad de la que fue Obispo. Dicha reliquia fue traslada a Liébana por cristianos que querían ponerla salvo de los musulmanes que se encontraban ya en puertas del norte de la península en el avance de su invasión. Y fue el revulsivo definitivo para que el Monasterio de Santo Toribio y Liébana se convirtieran en importante lugar de Peregrinación.
Según el P. Sandoval, cronista de la orden benedictina, esta reliquia corresponde al "brazo izquierdo de la Santa Cruz, que la Reina Elena, madre del emperador Constantino, dejó en Jerusalén cuando descubrió las cruces de Cristo y los ladrones en el siglo IV.
En la actualidad el leño está serrado y puesto en modo de Cruz, quedando entero el agujero sagrado donde clavaron la mano de Cristo. Sin embargo, esto no siempre fue así.
En la Edad Media era común regalar un trozo de reliquia en pago de ciertos favores. Así, poco a poco, el brazo izquierdo de la cruz iba acortándose con el tiempo. Es por ello, que en un momento determinado, viendo los benedictinos que se quedarían sin reliquia, la serraron, la pusieron en forma de cruz (incrustada en un relicario
La oración más famosa de la cruz es la del Santo Tomás de Aquino:
La Cruz es mi salvación segura.
La Cruz es lo que siempre adoro.
La Cruz del Señor está conmigo.
La Cruz es mi refugio
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