Jesús, impulsado por el Espíritu, regresó a Galilea, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Llegó a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró,
según su costumbre, en la sinagoga y se levantó a leer. Le entregaron el
libro del profeta Isaías, desenrolló el volumen y encontró el pasaje en
el que está escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres, a anunciar
la libertad a los presos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los
oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor». Enrolló el libro,
se lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó; todos tenían sus ojos
clavados en él; y él comenzó a decirles: «Hoy se cumple ante vosotros
esta Escritura». (Lc 4, 14-21)
Jesús, guiado por el Espíritu, siempre va en la misma dirección: hacia los que sufren para aliviar su dolor. Ya sea en avión, en barco, en tren, en coche, a caballo o en patinete…: la misma dirección. ¿Cuál es nuestra dirección? ¿Somos un poco veletas? ¿No lo tenemos claro?
En la sinagoga todos tenían fijos los ojos en Jesús. En Él veían no solo unas palabras, una proclamación sino la cercanía del Reino que emergía con su persona, con sus acciones, en definitiva, con su Amor.
Ojalá nosotros nos dejemos conducir por la Palabra y el Espíritu, que nos guiarán hacia los favoritos del Señor.
Dibu: Patxi Velasco FANO
Texto: Fernando Cordero sscc
No hay comentarios:
Publicar un comentario