Aprender...
Que uno más uno muchas veces suman tres (o cinco) porque la generosidad no entiende de matemáticas. Que sumar esfuerzos multiplica los cambios. Y que si lo dividimos por cuatro será difícil volver a componerlo.
Que el trozo del bocata que el amigo te ofrece sabe a gloria. Y estar siempre dispuesto a ofrecer del tuyo (entero, si hace falta) aunque nadie te lo pida.
Que es una maravilla que alguien te lea un cuento; dibujando e imaginando cada escena, creando historias que pueden ser posibles.
Aventurarse a la palabra. Al don de comunicar. Al arte de escuchar. Hablar sin necesidad de gritar. Y descubrir que una sonrisa amplia y sincera es el idioma más sencillo, más fácil de aprender y mundialmente compartido. Y seguramente, el más poderoso de todos.
Aprender a dar razón. Dialogar con el corazón. Aprender a pedir. Gozar compartiendo. Jugar. Divertirte. Soñar. Ser una persona que mira, observa e ilumina su mirada cada día.
Cantar. Convertir en canción las fracciones más bonitas, y también las más dolorosas de la Vida. Y alimentar el alma con cada una de ellas. Pintar… Sonrisas. Y alegrías. Y flores. Y miradas sinceras. Y manos abiertas.
Llorar sin que te de vergüenza.
Leer. Lo que está escrito. Lo que se esconde detrás. Lo que quiso decir aquel que lo cuenta. Lo que pudo decir aquel que calló (o lo callaron). Hacerse una opinión. Saber defenderla.
Apuntarse como principales asignaturas a la de la Alegría, la Esperanza… y al “método clarito, abreviado y comprometido (para toda una vida) de apuesta por la Justicia y la Dignidad para todas las personas”.
Aprender a equivocarse. Esforzarse para sacar “buena nota”. Saber suspender (y descubrir que terminaremos sabiendo mucho más…y mejor).
Experimentar cada abrazo como encuentro. Saborearlo. Bailarlo lento. Dedicar tiempo a la amistad. Y al amor. Y sacarse matrícula de honor repartiendo abrazos siempre que nos salga del corazón.
Imagen y texto: muxote potolo bat
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