Nos dice que no vale de nada tener sal en nuestra casa si no la echamos a la comida, porque entonces la comida estará sosa. Ni tampoco sirve de nada tener en casa luces y tenerlas siempre apagadas porque entonces estaremos a oscuras. El Evangelio nos dice que es importante que usemos la sal y la luz y sobre todo que nosotros, los cristianos, somos la sal y la luz de este mundo. Nosotros podemos dar luz y ser la pizca de sal que hace que las cosas se vean más claras y que nos sepan mucho mejor.
Pero claro, eso depende de nosotros, de cómo hagamos y vivamos las cosas. ¿Somos la sal de nuestro pueblo o barrio? ¿Somos la luz cuando estamos con nuestros amigos o con nuestra familia, o cuando estamos en el cole? Esas son las preguntas que debemos hacernos.
Jesús nos dice que somos la sal y la luz del mundo y que nuestra misión es ofrecer la sal y la luz que Dios nos ha dado a todo el mundo, en todo el mundo, a todas las personas. Esa es nuestra misión.
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