martes, 4 de mayo de 2021

EL MAGNIFICAT DE MARÍA

Todos sabemos lo importante que es una madre. A través de ella Dios nos da la vida. Por eso debemos agradecerle el amor que nos ha mostrado cada día desde nuestro nacimiento.

María con sencillez y humildad dejó que Dios entrara en su vida y le dio su corazón. María dejó que Jesús estuviera en su vientre y en su corazón. María se dejó llenar de Dios, por eso está llena de gracia y de vida. Y por eso nos puede dar esa vida de Jesús.

Jesús también estaba muy orgulloso de su madre, María. Como buena madre cuidó de él desde el nacimiento en Belén hasta que murió crucificado en Jerusalén. Podemos recordar tantos momentos de la vida de Jesús acompañado de su madre, sobre todo los más difíciles.

Hay una escena de la vida de María que no podemos olvidar: se trata de la visita que María hizo a su prima Isabel. María fue corriendo a ayudar a Isabel, pues necesitaba ayuda ante el nacimiento de su hijo Juan Bautista.

Cuando se encuentran María e Isabel se dicen cosas hermosas, porque Dios había anunciado el nacimiento de sus hijos. Y se llenan de gran alegría.

En ese encuentro es cuando María hace una oración que utilizamos también en la Iglesia. María alaba a Dios porque se ha acordado de ella y de su pueblo. Alaba a Dios porque está junto a los humildes y a los pobres. Alaba a Dios porque tiene misericordia con los más débiles.

Esa oración se llama “Magnificat”. Vamos a rezarla con el mismo entusiasmo que puso María, con sus palabras y sentimientos:

TODOS:

Proclama mi alma la grandeza del Señor.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humildad de su sierva.
Todas las generaciones me llamarán bienaventurada
porque el Señor ha actuado en mí obras grandes.
La misericordia del Señor llega a todos.
El Señor es fuerte y misericordioso,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos les deja sin nada.
El Señor siempre está junto a su pueblo,
el Señor es fiel y nos acompaña siempre. 

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