Mirando a María,
descubrimos su corazón de Madre
que nos invita al encuentro con Jesús a una con Ella.
Mirando a María, a su ejemplo,
nos ayuda a estar en pie y vigilantes con Ella
ante los días santos que se acercan.
Mirando a María, vemos en el fondo de la noche
la estrella que empieza a brillar y a destellar
la grandeza de la próxima Navidad.
Mirando a María, a su interior,
aprendemos a confiar en un Dios
que cumple todas sus promesas.
Si una estrella guió a los Magos hasta el Portal,
María es nuestra estrella que nos conduce en el camino a la Navidad.
Sí, Inmaculada... lo eres aunque no te lo creas.
Lo eres... aunque no te des importancia.
Lo eres... aunque permanezcas a la sombra y entre cortinas.
Lo eres... aunque, otras luces, intenten imponerse y desafiar los destellos de tu luz propia.
Lo eres... porque nunca consideraste ser digna de ello.
Lo eres... porque, sin entender ni comprender, sin saber ni esperar….dijiste ¡SI!
Y eso, Virgen Inmaculada, fue más que suficiente.
Al igual que María visitó a su prima Isabel cuando se enteró de su embarazo, tambien Maria, nuestra Madre, nos visitará a lo largo de la mañana para que le podamos agradecer su presencia entre nosotros y su intercesion ante Dios por cada uno de sus hijos.
Dios te salve Maria, ¡eres llena de gracia!
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