Cierra los ojos y haz un par de respiraciones profundas, y después deja simplemente que la respiración vaya a su ritmo natural. Observa la sensación del aire, como entra por la nariz y, cuando estés preparado / a, piensa en una persona, a la que amas, por la que te interesas o preocupas y sientes ternura, visualizando su imagen. Observa la sensación que sientes al conectar con ella ahora, aunque no esté contigo, y en silencio ve dándole las gracias: por todo lo que hace por ti, por los momentos agradables que compartir, aunque sean pequeñas cosas, simplemente por existir y por estar presente en tu vida. Mantente unos minutos en estos sentimientos de agradecimiento y calidez observando el efecto de la respiración en la zona del corazón y en el cuerpo. Cuando estés listo/a, puedes abrir los ojos escuchar esta oración.
Rezamos juntos Gracias, Señor, porque me has dado ojos para ver. Gracias, porque los ojos me permiten ver la luz, los colores, el arco iris, a mis padres, a las personas que quiero, a mis amigos... Señor, tú eres la luz. Dame de esa luz para que yo pueda alumbrar al que está triste, al que tiene miedo, al que está solo. Ayúdame a compartir mi luz, mi fe, mis cosas y mis cualidades con todos.
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