Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: ¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca.
Juan también declaró: He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios."
Juan da testimonio de Jesús. Nos lo presenta como el Cordero de Dios. El cordero bueno del que habla el profeta Isaías. Él quita, con su amor, con su entrega, los pecados del mundo. El Espíritu Santo reposa sobre Él.
Juan dice que no lo conocía y por eso se ha dirigido a la gente, para encontrarlo. Si nosotros queremos conocerlo, también debemos dirigirnos a la gente. Él mismo nos dijo que lo encontraríamos en el pobre, en el perseguido, en el hambriento, en el desnudo, en el enfermo... A Jesús no se le encuentra encerrado en un templo. Se le encuentra en el templo que es el hermano. Si sabemos mirar, veremos al Espíritu Santo reposando sobre él.
Jesús, queremos pedirte que nos ayudes a ser instrumentos de tu paz. Que en vez de enfadarnos cuando no conseguimos lo que queremos, valoremos lo que ya tenemos. Que en vez de querer las cosas sólo para nosotros, disfrutemos compartiéndolas con los demás. Que en lugar de lamentarnos por las cosas que están mal, nos pongamos en marcha e intentemos cambiarlas. Que cuando alguien se enfade por nuestra culpa, seamos capaces de pedir perdón. Que cuando nos encontremos con alguien que no esté tranquilo, elevemos una oración por él. Amén.
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