Ser santo es una invitación que Dios nos hace a todos, pues quiere compartir su vida divina con nosotros. Estos consejos pueden ayudarnos en esta preciosa tarea de la santidad.
- Dedicar tiempo a Dios: Tiempo a las cosas de Dios, tiempo a cultivar la relación con Él. Todos los demás consejos, giran en torno a este primer punto.
- Hacer oración: Lo que todos los santos, de todos los tiempos, tienen en común, es que hacían oración. Esto en síntesis, es hablar con Dios. Un diálogo, una conversación. Y como tal, un espacio abierto a la escucha.
- Hacer todo por amor, lo mejor posible: Muchos santos hicieron cosas impresionantes. Algunos, incluso extraordinarias. Pero Dios no nos pedirá esto a todos… hay muchas vidas santas que pasaron en el anonimato, haciendo su tarea ordinaria y lo que se esperaba de ellos en cada momento. El Día de todos los santos es cuando celebramos a ellos también, a todas esas vidas calladas que se encuentran en la gloria de Dios. ¡Nosotros podemos alcanzar lo mismo!
- Procurar conocer mejor a Dios: No se puede amar aquello que no se conoce. Es importante dedicar tiempo leer la Biblia, el Catecismo, algún libro de espiritualidad, documentos del Papa… ¡descubriríamos una infinita riqueza!
- Preocuparse por los demás: En el mandamiento nuevo, Dios nos invita a amar al prójimo como a nosotros mismos. Nuestra relación con Dios no nos separa de los demás, nos invita a servirles.
- Saberse hijos e hijas queridos: Este último punto, en realidad, debería ir primero. Como somos criaturas suyas debemos portarnos como lo que somos: hijos de Dios. Hijos que confían, hijos que se abandonan en sus manos, hijos que rezan, que viven entendiendo que nunca van solos. Que son amados, deseados, buscados desde la eternidad… y llamados a la eternidad. Además de hijos de Dios, somos hijos de la misma Madre. Ella nos ayudará a vivir como hermanos y como hijos de un mismo Padre.
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