Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Juan 12, 20-33.
PENSAMOS. Seguir a Jesús nos conduce a la CRUZ, a la entrega total y máxima por amor a TODOS. Ese es nuestro camino, pero la meta será la RESURRECCIÓN porque la cruz no es la muerte de un fracasado, sino la entrega libre y voluntaria de un hombre y Dios que nos ama tanto que es capaz de darnos toda su vida, hasta la última gota de sangre.
La muerte de Jesús no es un absurdo, es como el grano de trigo que se siembra en la tierra. El signo es muy sugerente, porque la semilla siempre es expresión de vida, anhelo de crecimiento futuro, esperanza de fecundidad. Así, lo que parecía el final, la muerte en cruz, se convertirá en un nuevo principio, en una renovación total de la vida humana, en una verdadera nueva creación.
REZAMOS. Señor, al final de la Cuaresma te doy gracias por tu amor y por haber dado tu vida por todos. Me has enseñado que lo importante es ser bueno, compartir mi tiempo y mis cosas, agradecer todo lo que tengo, obedecer a mis padres y profesores y querer a todas las personas. Gracias.
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