Valorar lo sencillo y lo sobrio es esencial en la vida, pero no siempre resulta fácil optar por ello. Con lo cual, ¿por qué intentarlo siquiera? ¿Para qué complicarse la vida si todo el mundo hace esto o aquello?
San Francisco de Asís, siguiendo las huellas de Cristo, quiso elegir una vida más sencilla, más esencial, más centrada en lo realmente importante. Su camino no fue el de la renuncia como un ejercicio de autosuperación, sino la libertad alegre de quien prefiere “detenerse a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarse a lo que se tiene ni entristecerse por lo que no se posee”.
Saber elegir lo esencial es lo mismo que evitar todo aquello que no es necesario, que nos ocupa tanto tiempo y espacio, nos estresa y, al final, nos quita el gusto de vivir.
sino en la alegría, sincera y serena,
de poder gustar todo lo que tu nos regalas cada día
Con una mirada interior y profunda.
Sentir, Señor, que no somos dueños de nada,
Qué alegría, Señor, sentir el valor de las cosas pequeñas sencillas,
haciendo todo por amor, sin focos ni luces.
Danos, Señor, el don de la sencillez
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