Celebramos esta semana la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús, el pan y el vino de la vida que nos alimenta para ser amigos de Jesús.
En la cena pascual, mientras los discípulos comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, este es mi cuerpo». Después tomó una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por todos». Desde ese momento, siempre que los cristianos nos reunimos para comer el pan de la Eucaristía nos estamos alimentando del mismo Jesús.
Comulgar el Cuerpo de Cristo produce el efecto de querer a los demás como te quieres a ti mismo, el tratar a los demás como te gustaría que te tratasen a ti mismo, el estar dispuesto a compartir, el ayudar solidariamente… todo esto es lo que Jesús hacía y era. Entonces, cuando comulgamos el Cuerpo de Jesús nos hacemos como Él, pero también si lo queremos con todo nuestro corazón, le seguimos y le hacemos caso con todas nuestras fuerzas.
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