martes, 14 de diciembre de 2021

CUENTO: LA CANCIÓN DEL VIENTO

María, casi nunca había salido de Nazaret, y le costaba viajar a tierra extranjera. Hasta este día nunca había tenido que mendigar para encontrar un techo, y jamás había dormido al borde del camino. Los días se le hacían muy penosos. El sol brillaba sobre el mundo mientras que maría y José se apuraban por llegar a Belén. Pero en la noche María extrañaba.

Acostada en la oscuridad María pensaba en Nazaret: en su casita, en los rosales del jardín, en el aroma del jazmín bajo la ventana, en el murmullo del viento que jugaba entre el follaje de los árboles y en los arbustos desde bailaba entre las espigas.

¡El viento era un gran y viejo amigo! Por las mañana antes de que María se levantase entraba por la ventana abierta. Murmuraba dulcemente o soplaba enojado y María no tenía necesidad de mirar el cielo, pues sabría que tiempo habría según el olor o la humedad que traía. Pero aquí, en un país extranjero el viento parecía diferente, un viento que María no conocía y entonces se sentía más sola todavía.

Pero, ¿no es cierto que el viento sopla donde quiere?

Pues aunque parezca imposible, el mismo viento que rodeaba a María sentía su tristeza; ¿Cómo reconfortarla? Retuvo su soplo y reflexionó largo tiempo.

Normalmente tendría que soplar todo lo que pudiera y entra en todos los rincones por todas las fisuras. Sin embargo le parecía que María se sentía tan sola lejos de su país natal…

De repente, entonó otra canción. Cantó a la primavera de Nazaret, al grano que germina, a las corolas que se abren, a la gloria de las flores, al murmullo de las abejas. Y ese canto tan dulce, tan pleno de amor reconfortó el corazón de maría y se durmió feliz.

¡Que buen viento! No puede dejar de ocuparse de María, la dulce madre de Jesús. No hay que extrañarse que cuando se acerca el tiempo de navidad, el viento entona cánticos primaverales. Canta para maría, para que no se sienta tan sola y abandonada sobre tierra extranjera.

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