El adviento es un tiempo para aprender a escuchar.
Nos gusta hablar, y nos cuesta escuchar.
Sin duda por eso nos dio el Señor
dos orejas pero sólo una lengua.
Escuchar en primer lugar a Dios,
que nos invita a ser mejores,
amables, cariñosos, amigos de todos,…
Y escuchar también a quienes
justo a nuestro lado sienten necesidad,
se encuentran solos, no tienen casa,
o sus papás han perdido el trabajo
y en casa el dinero está justo.
Te pedimos, Señor, que nuestro corazón
esté atento y a la escucha de toda persona
que a nuestro lado, en nuestra calle,
en nuestra ciudad, pasan hambre, frío,
o están enfermas.
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