jueves, 15 de diciembre de 2022

EL REGALO DE ÁNGELA

Había una vez una niña llamada Ángela que era muy traviesa y siempre estaba haciendo trastadas.

A su abuelo no le gustaba nada que se portara tan mal y siempre estaba ideando formas para intentar conseguir que se portara mejor.

Ángela intentaba portarse bien, pero le parecía muy divertido gastar bromas pesadas.

Un día, su abuelo le dijo que tenía que dejar de gastar tantas bromas porque la gente iba a dejar de confiar en ella. Ángela se puso muy triste y le dijo a su abuelo que quería que todos estuvieran orgullosos de ella.

Así que decidió que cada vez que se le ocurriera una maldad, pensaría en lo que le diría su abuelo y así, poco a poco, fue cambiando su comportamiento.

Cuando llegó su cumpleaños, su abuelo fue a visitarla y le trajo un paquete envuelto en un llamativo papel de colores.

“Ángela -le dijo su abuelo- he visto que durante estos meses te has esforzado mucho en portarte mejor, ¿por qué lo has hecho?”

“Lo hice porque quiero ser mejor persona y que nadie ponga mala cara cuando hago algo y, sobre todo, porque quiero que estés orgulloso de mí”.

“Justo de eso quería hablarte, Ángela. Todos los que estamos cerca de ti hemos visto cómo te has esforzado, pero te has olvidado de alguien”.

“¿De quién, abuelo?”

“Abre tu paquete y verás la persona que más orgullosa tiene que estar con este cambio de actitud”.

Ángela miró con mucha curiosidad el paquete. Dentro había una caja muy bonita y cuando la abrió se encontró con un precioso espejo con la palabra “Ángela” pintada debajo.

“Aquí tienes tu regalo, cada vez que te mires al espejo, no olvides que la persona que tiene que estar más feliz por tu comportamiento eres tú misma. Solo así podrás vivir feliz y los demás podremos verlo”.

ARREGLA, SEÑOR, MI CORAZÓN

Señor, quiero convertirme y dar frutos.
Tú sabes que a veces alimento mi corazón
y mi vida de sueños que no me hacen feliz.
Quita de mí las raíces del pecado.
Alimenta mi corazón con tu Pan.
Que tu Palabra me guíe por los caminos justos.
Quiero crecer y convertirme en un árbol
lleno de frutos de paz, amor y acogida.
Que mis hojas den sombra a los que tienen calor.
Que mis ramas secas sirvan para ser quemadas por los que pasan frío.
Así podré acogerte Jesús, con un corazón lleno de vida
donde la justicia y el amor sigan creciendo en frutos de salvación.

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