Cuando vamos a una fiesta o a un lugar que nos merece la pena, nos arreglamos de la mejor manera posible. Ante la venida de Jesús, el Bautista nos invita a que convirtamos nuestro adviento en un momento especial para el cuidado, de nosotros y de los otros.
Preparar el camino al Señor, no consiste tanto en caminar por una senda libre de obstáculos, sino abrirnos a que, a pesar de las dificultades, queramos que el Señor Jesús venga a nuestra vida.
Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿Quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis pero el que viene detrás de mí puede más que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu y fuego».
Acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿Quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis pero el que viene detrás de mí puede más que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu y fuego».
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