El bochorno que calienta las piedras aun en la sombra, había castigado a Nazaret la primera semana del verano. El sábado cambió el tiempo. Soplaba, con fuerza, un viento del Monte Hermón, que conservaba algo del hielo del invierno. María había dejado recogido todo, antes de ir a la sinagoga.
- Jesús, ¿estás preparado?
- Hace mucho, Mamá.
Esperaba sentado en el tronco de roble abierto en canal, que hacía de banco a la sombra de la parra con hojas tiernas.
- Mamá, este viento fuerte tan fresquito va a llegar hasta el fondo de la casa.
- El viento..., el viento... Mira, Jesús, el viento es como los ángeles de Yahvé. Es su mensajero. El viento lleva sobre su palma las semillas de cardos azules y las amapolas rojas, para posarlas en el desierto de piedra, y hacer un jardín en primavera. El viento se lleva la humedad de las rendijas de las paredes, para que a los abuelos no les duelan las piernas. El viento nos trae el sonido de los cencerros, para que no se nos pierdan las ovejas. El viento toma del lago puntitos de agua, para recordarnos que está sólo a unas cuantas leguas.
- Mamá, tú sólo te fijas en lo bueno. Pero cuando el viento es muy fuerte...
- Eso es un huracán, pero hoy es un mensajero de Dios. ¿No te das cuenta de las caras de satisfacción de los que nos acercamos a la sinagoga porque hoy se puede respirar? Nos está trayendo el mensaje refrescante del nacimiento del Jordán. Adonai nos manda sus anuncios por el viento. No sabemos de dónde viene y a dónde va, pero siempre deposita alivio, sosiego, vida, más luz, esperanza de buenos tiempos.
- Mamá, ¿me estás hablando del viento o de los ángeles?
- Es lo mismo. Es la forma de hablar de Dios.
- ¿Tú has visto alguna vez un ángel?
- Todos los días. Cuando la abuela Sara no se tropieza con el bastón, cuando Eleacín hace una travesura menos, cuando Isabel se entera de que le viene un niño, cuando tu padre José le entrega la mesa a Ezequiel..., cuando tú juegas por el patio.
- Mamá, ¡tú ves visiones!
- Yo veo hacia adentro... Tu padre... sólo en sueños.
- Entonces, ¿yo soy como un ángel sin alas?
- ¡Un arcángel! ¡Palabra del mismo Dios! ¡Hala!, vamos a escuchar al rabino.
- ¿Sabes lo que te digo, Mamá?, que me gustan más tus palabras.
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