Estamos acabando el mes de mayo, el mes de María. A veces asociamos a María solamente con poesías, con imágenes, con flores y nos quedamos con una idea muy infantil. María, la madre de Jesús fue una mujer muy fuerte, que tuvo que enfrentarse a muchas cosas y que al final, cuando todo parecía acabar, estuvo al pie de la Cruz, junto a su Hijo. No le importó que la gente le criticara; no le importó que los discípulos huyeran; no le importó que aparentemente todo lo que Jesús había dicho era falso porque fue incapaz de bajarse de la Cruz para demostrar que Él era el Hijo de Dios. Nada de eso le importó. El secreto estaba dentro de Ella: se fiaba tanto de Dios y confiaba tanto en Él que ni siquiera cuando no se le veía por ninguna parte y su Hijo estaba muerto, siguió esperando.
¿Os parece que alguien así es una persona infantil, débil o ingenua? Más bien es una persona fuerte, una mujer llena de Dios. Eso significa también Inmaculada: llena de Dios.
Seguimos pidiendo a María que nos enseñe cómo ser personas llenas de Dios. Llenarse de Dios no nos implica ser raros o tristes, sino todo lo contrario: ser personas comprometidas con el mundo que se fían y luchan por lo que quieren hasta el fin.
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