jueves, 8 de octubre de 2020

LOADO SEAS: LA HERMANA LUNA Y LAS ESTRELLAS

Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas; en el cielo las formaste luminosas, preciosas y bellas.

Con el sol puedo contar siempre en la misma medida. Salvo cuando las nubes se interponen. Pero aun entonces su brillo traspasa las nubes e ilumina mi día. Pero la luna. ¡Es tan respetuosa! No siempre está en la misma medida. Y aun brillando en su máxima expresión, respeta las normas de la noche. Y deja que a su lado brillen las estrellas, mucho menores, con mucha menos luz. Pero no las esconde bajo su brillo.

Tiene la luna algo maternal, porque vela mis sueños. Reposa en mi descanso. Y acuna mis miedos cuando me turba no ver el sol. Cuando crece aumenta mi esperanza. Cuando decrece me anima a no desesperar. A menudo la presencia de Dios en mi vida es más como la luna. Su presencia oculta y silenciosa…

Al sol no puedo dejar de verlo. Pero a la luna no siempre es fácil descubrirla entre tanta estrella. Creo que hay dos formas de brillar, la de la luna y la del sol. El sol brilla sin menguar nunca. La luna refleja una luz que no es suya. Y no siempre en la misma medida, cambia.

La luna me habla de la vida misma, de mis sueños y padecimientos. Siempre está ahí, aunque yo no la vea. No se va de mi lado. Permanece en mis miedos, brillando incompleta. Y sostiene mis debilidades.

Me gusta el amor de los que me aman como la luna. Están en mi vida sin verlos, siempre presentes. Callados tantas veces esperando a que dé mis pasos. Y yo los doy, sin miedo. Porque no me siento solo.

Creo que mirar la luna y las estrellas me enseña a vivir, a reír, a amar. Dejo de mirar los problemas de cada día que tanto me turban. Y en la oscuridad de mi alma entra una luz tenue que todo lo ilumina.

Miro las estrellas y la luna para aprender a mirar dentro de mí. Sin violencia, sin ruidos, sin prisas. Miro a ese Dios que está conmigo, en mi interior. Oculto y callado.

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