Cuentan que, en cierta ocasión, San Francisco de Asís invitó a un fraile joven a que le acompañara a la ciudad, para predicar. Se pusieron en camino y estuvieron por un buen rato recorriendo las calles de la ciudad, saludando con cariño a las personas que encontraban. De vez en cuando, se detenían para acariciar a un niño, consolar un anciano, ayudar a una señora que volvía del mercado cargada de bolsas.
Al cabo de un par de horas, Francisco le dijo al compañero que ya era hora de regresar al convento.
- ¿Pero no vinimos a predicar? –preguntó el fraile con extrañeza.
Francisco le respondió con una sonrisa muy dulce:
- Lo hemos estado haciendo desde que salimos. ¿Acaso no viste cómo la gente observaba nuestra alegría y se sentía consolada con nuestros saludos y sonrisas?
PARA REFLEXIONAR:
- ¿Eres de los que hablan mucho... y luego hacen poco o nada?
- ¿Vas a lo tuyo normalmente o te paras a mirar a tu alrededor?
- ¿Piensas que tú no puedes hacer nada por los demás?
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