Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y soportan enfermedad y tribulación. Bienaventurados aquellos que las soporten en paz, porque por ti, Altísimo, coronados serán.
En la primer parte del Cántico, Francisco se ha referido exclusivamente a la creación inanimada: el sol, la luna, las estrellas... o a fenómenos de la naturaleza; en esta segunda, aparecen los seres humanos y se evocan hechos de la vida de Francisco.
Cuentan que el obispo y el alcalde de Asís estaban reñidos. Entonces obispo de Asís excomulgó al alcalde; éste, enemistado con aquel, hizo anunciar por la ciudad de Asís la prohibición de que nadie vendiera o comprara nada al obispo, ni hiciera con él contrato alguno. Y así llegaron a odiarse mutuamente.
Francisco se compadeció de ellos y trató de restablecer la paz, buscando que se perdonaran. Convocó una reunión a la que acudieron el obispo y el alcalde y otra gente; y unos hermanos, por encargo de Francisco, cantaron el Cántico de las criaturas, en el que se dice: “por los que perdonan por tu amor”. Así de simple. No hubo reproche ni amenaza alguna. Era una oración pensada para que también el obispo y el alcalde de Asís alabaran a Dios mientras se perdonaban y para que se perdonaran mientras alababan a Dios. Y es un modo de decirnos hoy que no hay alabanza verdadera si no es desde el amor. Y no hay caridad si no es alabanza. No es posible alabar a Dios y no perdonar. Ahí está la clave.
En medio de nuestros conflictos y enemistades, en medio de las discusiones y de los enfados, el canto y la la alabanza a Dios se vuelven medios evangelizadores y sanadores.
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