Un niño de 10 años estaba parado frente a una tienda de zapatos, descalzo, viendo a través de la ventana y temblando de frío.
Una señora se acercó al niño y le dijo: "Mi pequeño amigo, ¿Qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?".
"Le estaba pidiendo a Dios que por si por favor me puede dar un par de zapatos, hace tanto frio". Fue la respuesta del niño.
La señora lo tomó de la mano y entraron a la tienda. Le pidió al empleado media docena de pares de calcetines para el niño.
Preguntó si podía darle un recipiente con agua caliente y una toalla. El empleado le trajo lo que pidió. Ella llevó al niño a la parte trasera de la tienda le lavo cuidadosamente los pies, y se los secó. Para entonces el empleado llegó con los calcetines.
La señora le puso un par al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dio al niño. Le acarició la cabeza y le dijo:
"¡No hay duda mi pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!". Y más caliente dijo el niño. Cuando ella daba la vuelta para irse, el niño le agarró la mano y mirándola con lágrimas en los ojos, le preguntó:” ¿Es usted un ángel de Dios?".
Siempre que ayudamos a los demás, estamos prestando a Dios nuestras manos para que su bondad llegue a todos.
Compartir es la manera que tenemos de contar a los demás quién es Jesús, cómo hacía las cosas, qué les decía a sus discípulos que era lo más importante. También significa partir algo juntos. La palabra compañero quiere decir el que come el mismo pan, el que comparte. Vosotros tenéis muchos compañeros y compañeras con las que compartís el cole, el recreo, los juegos, pero hay muchos niños y niñas en el mundo que no tienen todo eso para compartir.
Con vuestra familia también compartís la comida. Otros niños como vosotros no tienen la comida necesaria para vivir, no pueden compartirla. Jesús nos propone poner en común lo que tenemos para que todos podamos vivir y nadie muera de hambre.
Dios omnipotente, que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas.
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que vivamos como hermanos y hermanas sin dañar a nadie.
Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto valen a tus ojos.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha por la justicia, el amor y la paz.
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