Son varias veces las que en el Evangelio se compara a los creyentes con un rebaño de ovejas y Jesús es su pastor. Y esa comparación siempre se hace con mucho cariño. El amor del pastor que se desvela por sus ovejas, que las cuida noche y día, que da su vida por ellas; para este Pastor no hay nada más importante que sus ovejas.
Y además dice que nos ha dado la vida eterna y que no pereceremos jamás. Jesús nos habla de la Vida eterna, de la vida después de la muerte. No se conoce amor más grande que este. Jesús entregó su vida por nosotros, para que nuestra vida sea eterna. ¿Puede haber un amor más grande?
¿Y qué podemos hacer nosotros? Pues intentar ser como Jesús, dar la vida por los demás, ser personas atentas siempre hacia aquellos que lo están pasando mal y que necesitan de nuestra ayuda. Ser capaces de dar a los demás el mismo amor que Jesús nos dio a nosotros.
¿Qué cosas haces por cuidar a las personas que quieres? ¿Qué nos dice Jesús que podemos hacer?
Vamos a tener en cuenta esta semana a Jesús el Buen Pastor y te proponemos que estés especialmente atento de esas personas que más quieres, ayudándolas en lo que puedan necesitar.
Aquí estoy Señor, con hambre y sed de vida.
Soñando que me lo monto bien,
creyendo que se vivir,
consumo febrilmente muchas cosas,
sin pensar en otra cosa que en tener más y más.
Aquí estoy, Señor, con hambre y sed de vida.
Sin pedirte mucho, para no desatar tu osadía;
amando solo a sorbos, para no crear lazos;
rebajando tu Evangelio,
para hacerlo digerible.
Silba, Señor, tu canción, como buen pastor;
que se oiga por las lomas y colinas,
barrancos y praderas.
Despiértanos de esta siesta.
Defiéndenos de tanta intolerancia.
Condúcenos a los pastos de tu tierra.
Danos vida verdadera.
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